La consecución y valoración de las capacidades físicas de un militar son tareas pendientes de nuestras Fuerzas Armadas.
¿Cómo debe entrenar un militar? ¿Y cómo sabemos si lo está haciendo bien?
La solución a estas preguntas no es tan sencilla como puede parecer.
La importancia de la preparación física en un militar
La preparación física en todo militar cumple una doble función:
- Dotar de una buena salud y prevenir de lesiones que imposibiliten el desempeño profesional. ¿Cuánta gente hay de baja por estas causas?
- Capacitar para el desarrollo de las misiones que solicite el puesto táctico.
Es necesario cambiar la cultura sobre la formación física del militar y reorientarla para lograr militares con más salud y en mejor forma.
La falta de militares sanos y en forma repercute en la disponibilidad de las unidades. Tanto por falta de actividad física como por una aplicación incorrecta de la carga de entrenamiento.
En referencia al segundo punto, cada puesto táctico demanda alcanzar cierto rendimiento físico. Especialmente en las unidades de combate.
Todo aquel que entrena para conseguir un gran rendimiento físico es denominado atleta. Por el mismo motivo el militar es un atleta táctico.
La denominación de atleta no lo asemeja a otros atletas profesionales en cuanto a su forma de vida u objetivos.
Lo equipara en la preparación física que necesita para lograr unas capacidades físicas, psicológicas y específicas que mejoren su rendimiento. Que le hagan mejor militar.
Para ello, su entrenamiento físico debe estructurarse de manera lógica y en función de unos objetivos, tal y como ocurre en el deporte profesional.
Los equipos planifican su temporada conforme a las competiciones. La Unidad Militar debe planificar teniendo en cuenta sus ciclos de despliegue y sus ejercicios más relevantes.
La diferencia fundamental entre un atleta táctico y un atleta profesional radica en el tipo de competición.
La competición de un militar es el combate en sus diferentes formas (conflictos, misiones, ejercicios…). Eso incluye una preparación física y psicológica básica similar a la de los atletas. Y sobre todo adquirir unas adaptaciones muy específicas y diferenciadoras en el militar.
Qué dice la teoría del entrenamiento
La preparación de cualquier deporte suele dividirse en dos fases principales.
La primera es una preparación general y consiste en desarrollar las capacidades y destrezas básicas que conforman los pilares del deportista.
La segunda es la preparación específica en la cual la táctica y técnica del deporte cogen mayor relevancia. El modo de entrenamiento emula al deporte en cuestión.
La preparación específica es la más importante porque permite lograr las adaptaciones propias del deporte, siempre que exista una buena base.
Una especialización temprana construida sobre una base poco estable tiene el riesgo de sobrecargar excesivamente al militar y aumentar la incidencia de lesiones.
Como decíamos antes, la preparación general conforma los pilares y otorga una estructura fuerte y sólida para, posteriormente, especializarse.
Actualmente, en las unidades se otorga cierto tiempo diario a la preparación física. Esto refleja la importancia de estas capacidades para todo militar. Sin embargo, fallamos al no tener un plan y unos objetivos a conseguir en estas horas.
Lo que no se mide no se puede mejorar
No solo no se puede mejorar. Tampoco podemos saber si es aceptable o suficiente. Ni siquiera si es adecuado.
Si queremos saber el nivel de las capacidades de una Unidad, la aptitud física de sus miembros y poder mejorarla, es necesario ponerlas a prueba.
Es decir, hay que evaluar las capacidades y habilidades que debe tener un militar.
No es tan fácil (por desgracia).
Ya se hacen evaluaciones (pruebas, test…).
Pero, ¿siguen un proceso que confirme su validez y su fiabilidad? ¿Nos dan información útil?
Para ello, tenemos que comprender que significan los términos validez y fiabilidad:
- Validez: se refiere al grado en que una prueba mide lo que supuestamente tiene que medir. Suena de Perogrullo, pero no siempre está tan claro qué se busca con ciertas pruebas o si los valores que arrojan son representativos.
- Fiabilidad: mide el grado de consistencia o repetitividad de una prueba. Se busca la homogeneidad y precisión en las pruebas para evitar errores de medición.
El proceso para una buena valoración física
Si queremos poder medir nuestro rendimiento, compararlo y mejorarlo tenemos que ser capaces de hacer una evaluación útil.
Para ello, es necesario seguir los siguientes pasos:
1- Diseñar las pruebas de valoración física
Las pruebas tienen que ser específicas y estar relacionadas con las capacidades que se quieren medir.
Ejemplo:
Actualmente, realizamos la prueba de flexiones para conocer la resistencia muscular del tren superior. ¿Qué nos dice esto? ¿Realmente es la capacidad que necesitamos medir?
En su lugar deberíamos definir primero la necesidad y posteriormente buscar la prueba. Necesidad: Arrastrar a un herido 100 metros. Prueba: carrera con acarreo de material pesado.
Deben ser de fácil aplicación y la técnica para su ejecución no puede ir en detrimento de la realización.
Esta decisión debería tomarse por un grupo de expertos en la preparación física y en la instrucción de combate. A nivel militar podrían ser los instructores, profesores de educación física y militares con experiencia en combate.
2- Establecer el protocolo de aplicación
Las instrucciones para la realización deben ser específicas y claras. No pueden llevar a un error de interpretación o de ejecución.
Las flexiones son un ejemplo claro. Cada uno las hace y evalúa de forma diferente.
3- Analizar la validez de contenido por expertos ajenos al diseño.
La validez de contenido se refiere a que las pruebas deben cubrir todas las capacidades y habilidades relevantes y en proporciones adecuadas a su importancia en el deporte. En nuestro caso, en el combate.
Ejemplo:
En el Ejército, la carrera de 6km es con diferencia la prueba de mayor ponderación. Para tener un buen perfil físico debes puntuar bien aquí (a parte del resto). Y no es nada fácil. Las marcas son mucho más exigentes que en el resto de pruebas.
La pregunta es ¿realmente esta diferencia entre pruebas es fruto de su importancia? Es decir, ¿es mucho más importante tener una gran resistencia aeróbica que otras capacidades para tener una buena preparación física para el combate?
En este punto, la visión de un grupo externo arroja un grado de objetividad y sus sugerencias pueden ser útiles para adaptar las pruebas y protocolos.
4- Aplicar las pruebas a militares de diferentes niveles.
De esta forma se comprueba la validez y fiabilidad.
Por un lado, se conseguirá ver la facultad de cada test para medir lo que se pretende y discriminar entre diferentes sujetos que deben puntuar distinto. Por otro, se analizan el número de intentos necesarios de familiarización y los posibles errores de medición y ejecución.
Alcanzada la validez y fiabilidad, hay que tener en cuenta la simplicidad y la economía de administración de las pruebas debido al gran volumen de militares que tendrán que pasarlas.
5- Crear una base de datos con información relevante.
Una vez comprobado lo anterior, hay que generar una estadística con resultados y marcas de las pruebas.
Y continuar aplicando las pruebas de valoración física para obtener más datos.
Los datos de las mediciones arrojarán valores de referencia con los que es posible identificar la situación de cada militar para cada prueba en función del género, la edad, la Unidad, el puesto táctico, etc.
Así mismo, permite identificar las limitaciones y necesidades en la preparación general y la preparación específica.
Pero sólo si todo el proceso anterior está bien hecho.
Ejemplo:
Piensa en corredores de élite. Uno de maratones y otro de 100 metros. O en jugadores, unos de baloncesto y otros de rugby. O dentro de un equipo de fútbol. Un portero, un defensa o un delantero.
Las capacidades físicas que necesitan son las mismas, pero su grado de desarrollo es distinto para cada uno.
Igual pasa en el Ejército. Aunque se tengan que desarrollar las mismas capacidades físicas, las marcas de aptitud de las pruebas serán diferentes para un piloto de helicópteros, un buceador, un conductor, un fusilero, etc.
Tenemos estadísticas de las pruebas físicas, pero no sabemos que información nos dan, a parte de qué unidad corre más o hace más flexiones.
Por otro lado, la información con respecto a la edad y género de las pruebas actuales tiene poca aplicación práctica. Da igual cuántos años tienes, si eres hombre o mujer. Ser físicamente apto debería ir asociado al puesto táctico, no a las canas que tengas o a que te llames María o Miguel.
Un buen sistema de valoración física nos da la opción de diferenciar los requisitos para cada Unidad y puesto táctico.
También permite analizar los percentiles y definir las condiciones físicas que se necesiten en cada caso.
El análisis de los percentiles en la valoración física facilitaría la identificación y la mejora de aquellos aspectos que se encuentren por debajo de las necesidades.
Ejemplo:
Pongamos que una Unidad tiene como condición necesaria para poder desarrollar bien las tareas específicas estar por encima del percentil 50 (la media) con respecto al resto de militares en una prueba (por ejemplo, el acarreo de material pesado).
Un militar en el percentil 70 de esa prueba (forma parte del 30% con mejor puntuación en esta prueba) puede optar a esta Unidad.
Sin embargo, otro con percentil 40 sabe que tiene que mejorar esta capacidad para pertenecer a esta Unidad.
También se pueden analizar los percentiles dentro de cada Unidad (grupo más homogéneo) para comprobar cuáles son los puntos débiles de sus componentes y enfocar el entrenamiento para mejorarlos.
En resumen
Actualmente, la preparación física está considerada un aspecto importante para todo militar.
Tanto es así, que todas las unidades de combate disponen de ventanas de tiempo diarias para entrenar. Existen unas pruebas físicas puntuables y competiciones a nivel militar.
Desgraciadamente, las pruebas no miden las capacidades de un combatiente y el entrenamiento suele ser aleatorio o carecer de objetivos a largo plazo. Al final, quien quiere (y sabe) entrena bien y aumenta su aptitud física. El que no, en el mejor de los casos mejora algo o se estanca. En el peor, se lesiona.
Debemos ir más lejos.
Al igual que no dejamos la preparación técnica y táctica al azar, no deberíamos hacerlo con la preparación física.
El primer paso es determinar las capacidades y objetivos que queremos alcanzar en las unidades.
Posteriormente, crear un sistema de valoración física que permita analizar y mejorar la preparación de las unidades.
Y por último, planificar una preparación física que mejore la salud y el rendimiento del militar.
Espero que lo veamos algún día.